La leche es una de las principales fuentes de calcio, el cual es imprescindible para la formación y el mantenimiento de los huesos y los dientes.
Además, es materia prima para la elaboración de numerosos productos lácteos como la mantequilla, el queso, el yogur, natilla, etc.
La más consumida es la leche de vaca y se compone de:
- Agua: es el componente mayoritario.
- Hidratos de carbono: la lactosa constituye prácticamente todo el azúcar de la leche y será este componente uno de los principales causantes del riesgo que tiene consumir leche.
- Proteínas: son consideradas de alto valor biológico y tienen gran cantidad de aminoácidos esenciales.
- Grasas: constituyen el 3 y el 6% de la leche, aunque este porcentaje varía mucho de la alimentación de la vaca y de la raza.
- Vitaminas: destacan la vitamina A y la D, así como la riboflavina (B2), cianocobalamina y tiamina.
- Minerales: contiene calcio, potasio, fósforo, yodo, sodio, cloro, magnesio y zinc.
Como mencionamos al principio la leche te aporta beneficios en la salud, pero también si la consumís mucho te puede traer estos problemas:
- Intolerancia a la lactosa: se estima que el 70% de la población mundial es intolerante a la lactosa pero muchas no saben que lo son.
- Malabsorción de calcio: al consumir proteínas animales, el pH de la sangre se vuelve ácido y el organismo, como reacción, saca parte del calcio que se tiene en los huesos para neutralizar esa acidez.
- Riesgo de alergias y asma: las proteínas espesas que contiene la leche (como la caseína) se adhieren a los vasos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de nutrientes.
Tomar leche sin excesos y sin tener ninguna intolerancia a su composición es beneficioso para el organismo pero eso sí, no se debe abusar de ella.